Un parto sin guión (Relato de parto/segunda parte)
- 18 nov 2024
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Actualizado: 19 nov 2024
Pasadas las doce del mediodía, la matrona y una médica me revisaron varias veces, pidiéndome que pujara. Sus expresiones me transmitieron una sensación de preocupación. Las contracciones eran cada vez más intensas y el dolor me impedía concentrarme en lo que me decían.
Al alcanzar la dilatación completa, me trasladaron rápidamente a la sala de parto. En medio del caos, seguí insistiendo en la anestesia que había solicitado hacía tiempo.
La matrona me indicaba cómo pujar, pero yo estaba completamente desconectada. No sentía mi cuerpo, ni el dolor, ni las contracciones. Mi marido seguía a mi lado, me animaba a seguir, mientras el equipo médico trabajaba a mi alrededor.
Entre pujo y pujo, las palabras de la matrona resonaban en mis oídos: "Sigue, sigue, no pujes con la cara".
Finalmente, sentí un alivio inmenso al tener a mi bebé sobre mi pecho.
Pero esa felicidad duró poco. Una sensación de desasosiego comenzó a apoderarse de mí. Pensé que todo había salido bien, mi bebé ya estaba con nosotros, aun no lo creía, la matrona nos tomó fotos para luego enviarlas. Instintivamente tenía ami hijo abrazado a mi cuerpo, pero yo sentía que me desvanecía. Pido que me saquen a mi bebé y comienzan a hacerle todo lo que corresponde, mi marido se aleja de mí y va hacia donde está nuestro bebé. Yo miro por
las lámparas y logro ver mi cuerpo.
La médico con su colega comienza a tratar de colocar los puntos con dificultad.
Si, me habían hecho una episiotomía, mi bebé había nacido con ayuda de espátulas, yo me había desgarrado producto de tanto pujo desmedido y mis hemorroides estaban de un tamaño brutal.
Nada de esto lo supimos en el momento.
Recuerdo perfectamente los ojos de la doctora, la preocupación de no poder controlar lo que estaba pasando se hacía evidente. Una hemorragia, si, veía como me taponeaba con gasas
las cuales retiraba empapadas de sangre. Mi marido recuerda que las médicos solicitan más material, ya habían ocupado lo que estaba disponible, corrían a buscar más. Todo seguía ocurriendo en silencio. Le piden a mi marido retirarse de la sala. No alcanzamos a despedirnos. El reloj parecía haberse detenido.
Cada segundo era una eternidad mientras esperaba, sola, en aquella habitación. La ilusión de tener a mi bebé en brazos me había llenado de alegría, pero la realidad era otra muy distinta. La incertidumbre se apoderó de mí cuando vi la preocupación en los rostros de las médicos. La sensación de desvanecimiento era cada vez más intensa, como si me estuviera desprendiendo de mi propio cuerpo. Una hora interminable. El tiempo se dilató, cada segundo pesaba como una eternidad.
Esperaba, con una mezcla de ilusión y ansiedad, que alguien me diera alguna noticia. En mi mente, todo había culminado de la manera más hermosa, mi bebé había nacido. Sin embargo, una sensación de inquietud me invadía. ¿Porqué tanto tiempo?
Mi cuerpo se rebelaba. Cada movimiento, cada intento de incorporarme, era una batalla perdida. Los vómitos me consumían, dejándome débil y desorientada. La espera se hacía interminable. Anhelaba tener a mi bebé cerca, sentir su calor, pero la realidad era otra muy distinta. La soledad y la angustia se apoderaron de mí. La comunicación era escasa, las respuestas a mis preguntas eran vagas. La promesa de que mi pareja sería informado se desvaneció en el aire.
Me sentía sola y abandonada, no solo por mi bebé sino también por aquellos que debían cuidarme. La falta de información y el dolor físico se unieron para crear una experiencia
traumática
.
Pasaban las horas, cada cierto rato podía entreabrir los ojos y ver como todos seguían haciendo lo suyo, entre tanto el personal iba y me cambiaba las compresas y limpiaba. Yo me volvía a dormir. Tipo 18 hrs fue a verme la médico del parto, retiro las gasas que tenía dentro. Le pido casi dormida si pueden avisarle a mi marido de que aún estoy en recuperación.
Nadie lo hace.
Tipo 20 hrs me llevan comida, logro reclinar un poco mi respaldo y comer fideos, a los minutos vomito todo otra vez. Seguía viendo como avanzaba el reloj. Insisten en llevarme a puerperio, pero cada vez que me movían comenzaban los vómitos, deciden darme medicamentos para detener este síntoma.
Seguía sin poder tener a mi bebe y marido a mi lado.
La madrugada llegó, trayendo consigo un leve alivio. Me trasladaron a la habitación de puerperio, pero mi cuerpo seguía rebelándose. Los vómitos me acompañaron hasta el último momento, dejándome exhausta y desorientada. Me asignaron una habitación frente a la estación de matronería, como si mi estado requiriera de una vigilancia constante. Con las pocas fuerzas que me quedaban, logré pedir mi celular y sumergirme en los mensajes de mi pareja y mi hermana, buscando en sus palabras un consuelo que la realidad no me proporcionaba.
Mas de 12 horas sin saber de mí y de mi bebé, nadie fue capaz de avisarle y explicarle a mi marido todo lo que había ocurrido. No entendía nada, le cuento a mi pareja todas las horas que estuve en recuperación, seguíamos sin saber todo lo que había ocurrido.
Trato de comer unas cucharadas de jalea. las náuseas y vómitos se detienen.
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