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Un parto sin guión

  • 22 oct 2024
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 3 nov 2024

Hoy decido recordar mi parto, no por las razones que esperaba.

Durante mi embarazo, investigué exhaustivamente sobre todo lo que podría ser útil para el parto. Incluso unos días antes, nos preparamos con una doula que detalló cuidadosamente cada etapa de lo que sucedería y cómo podríamos avanzar en el trabajo de parto. Esto ayudó a reducir mi ansiedad y miedo ante esta primera experiencia. Hubiese deseado, así como nos preparamos para el parto con mi marido, habernos preparado para experimentar situaciones de violencia obstétrica y mal trato, las cuales no decidimos vivir.


Era martes 15 de agosto, 5:00 de la mañana. Con 40 semanas y los últimos cuatro días de gestación, mi cuerpo, noches tras noches de contracciones, cada vez más intensas y dolorosas, me gritaba que el momento había llegado. Los temblores incontrolables y la expulsión del tapón mucoso fueron la señal inequívoca de que mi bebé estaba listo para nacer.

Sin dudarlo, supe que era hora de ir al hospital.

Llegamos a la urgencia, mi esposo se encargó de gestionar el ingreso, mientras yo, con cada contracción que se intensificaba, sentía que el tiempo se me escapaba.

Me hicieron ingresar sola a una sala de examen.

Una matrona, con una brusquedad que me sorprendió, me anunció que me haría un tacto. Sus palabras, "No te arranques porque te voy a perseguir hasta poder hacerlo", resonaron en mi mente, sumando una nueva capa de estrés a mi situación. Con 6 centímetros de dilatación, me aseguró que estaba lista, mientras tiraba bruscamente del tapón mucoso sin ninguna explicación.

La burocracia hospitalaria se hizo presente de inmediato. La matrona exigió mis documentos y mostró su descontento con la forma en que los tenía ordenados. Las preguntas se sucedieron una tras otra, mientras yo, con el dolor cada vez más intenso, intentaba responder, ya que no permitieron que mi esposo lo hiciera por mi. La falta de empatía era evidente en sus risas ante mis equivocaciones. Mi marido, a mi lado, intentaba mantener la calma mientras organizaba nuestras pertenencias.


Con cada contracción, la necesidad de algo de alivio se hacía más evidente. Me trasladaron en silla de ruedas a la sala de preparto y accedí a la epidural. La promesa de que mi marido podría acompañarme una vez que estuviera colocada me llenó de esperanza. Al verlo entrar, sentí una inmensa tranquilidad. La imagen de las sábanas manchadas de sangre tras la punción era impactante, pero no logró opacar la felicidad de tenerlo a mi lado. En ese momento, el mundo se redujo a nosotros tres: mi esposo, nuestro bebé y yo. Las horas pasaban y el personal médico nos visitaba con regularidad para controlar a mi bebé y mi estado. En algunas ocasiones, las pulsaciones de mi bebé se ralentizaban, lo que generó cierta preocupación. La matrona intentó diversas maniobras para ayudarlo a posicionarse mejor. Con un balón entre mis piernas,

intentábamos favorecer su giro.

Gracias a la epidural, pude estar presente en todo momento, conversando con mi esposo y observando a la matrona, quien nos explicaba cada paso que daba.


Pasadas las 10:30 de la mañana, con la ayuda de oxitocina, logré alcanzar los 8 centímetros de dilatación. Sin embargo, el dolor comenzó a intensificarse y la inestabilidad de mi bebé preocupaba a la matrona. Ante esta situación, decidió romperme la membrana para evaluar si había meconio. Con mi marido, autorizamos la intervención. El tacto reveló que la cabeza aún no había encajado del todo, lo que planteó la posibilidad de una cesárea.

El miedo se apoderó de mí. Siempre había deseado un parto vaginal, pero la seguridad de mi bebé era lo más importante.

El dolor se hacía cada vez me intenso, por lo que solicito una segunda dosis de medicamento a la matrona.

Pasan los minutos y la soledad se apoderó de la habitación. A pesar de pedir una segunda dosis de

medicación, nadie atendía mi llamado.

Concentrada en mi respiración, intentaba encontrar alivio. Mi marido, desesperado, me miraba impotente.

La falta de personal nos hacía sentir abandonados, a merced del dolor y

la incertidumbre.





*Esta es la primera parte del Relato de parto, por razones legales se mantendrá anónimo hasta que haya un cierre de proceso legal. Iremos compartiendo más de a poco.

Si conoces la historia por favor no menciones a su protagonista.

Siéntate en libertad de escribir en los comentarios ya que cada palabra que dejes ayuda a aliviar el corazón y acomapaña a esta mamá en particular y a todas las que han vivido violencia obstétrica.

Gracias.



12件のコメント


Invitada
2024年12月09日

Que fuerte eres!! Y que valiente dar la pelea, y generosa en compartir tu experiencia. Un gran abrazo.

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ゲスト
2024年10月23日

Que bacan se siente poder leer cada uno de sus mensajes. Agradezco eternamente sus palabras de apoyo y contención. Para mí resulta muy sanador poder compartir mi experiencia, porque se que no soy la única a la cual le ha pasado, por lo mismo me encuentro en un proceso legal ( no quiero que esto siga ocurriendo).

Agradezco también a Gaby, gracias por permitir expresar mi sentir en este y otros espacios.

Hay días en que me cuestionó todo, pero desde ayer, vuelvo aquí, leerlas me impulsa a seguir adelante.

Este es solo el comienzo de mi historia.

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ゲスト
2024年10月23日

Te abrazo infinito

Y agradezco que puedas contar tu historia con todos nosotros

No estás sola, aquí estamos para apoyarte ❤️

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ゲスト
2024年10月23日

No estás sola. Eres una valiente, y tu familia tb. Te acompaño en lo que pueda. DaniA

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ゲスト
2024年10月23日

Eres increíblemente fuerte, te admiro muchísimo. Te mandamos todo nuestro amor y apoyo. Un abrazo enorme. Mari

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